Cuidar el suelo, cultivar la vida

Tito observa el rastrojo y la evidencia de la implementación de esta práctica.

“Todo agricultor que no conoce sus condiciones de suelo está en el limbo”. Con esta afirmación contundente, Tito Galán, facilitador de RainDrop y miembro de RAÍCES EL SALVADOR, nos recuerda la importancia vital de conocer, cuidar y regenerar el suelo como base para una agricultura sostenible.

Desde su experiencia en el acompañamiento a redes locales de promotores y agricultores, Tito subraya que el suelo no es solo tierra: es un sistema vivo, complejo y dinámico, compuesto por microorganismos, hongos, bacterias y macrofauna como lombrices, que juntos forman la base de la fertilidad y la productividad agrícola. “Si el suelo está vivo, debemos alimentarlo, protegerlo y devolverle lo que le quitamos al cultivar”, señala.

Prácticas que regeneran

En este esfuerzo, Tito, siguiendo el modelo de RAÍCES, promueve prácticas de agricultura regenerativa y de conservación del suelo, como el uso de rastrojos, abonos verdes, fertilización adecuada y análisis visual del terreno. Estas acciones no solo mejoran la salud del suelo, sino que también ayudan a reducir costos de producción, minimizar el uso de agroquímicos y fortalecer la seguridad alimentaria de las familias rurales.

Suelo mejorado gracias a la implementación de buenas prácticas agrícolas.

La conciencia sobre el valor del suelo ha crecido gracias a un proceso continuo de formación técnica y estandarización de conocimientos, que parte desde los equipos técnicos y promotores hasta llegar a cada agricultor. A través de las ECA (Escuela de Campo Agroecológica), se comparten saberes que permiten a agricultores y agricultoras tomar decisiones informadas y sostenibles sobre el manejo de sus parcelas. La participación activa de actores locales e instituciones ha sido esencial para llevar esta asistencia técnica a cada rincón.

Restaurar el suelo, restaurar la esperanza

Más allá de lo técnico, la protección del suelo es una expresión concreta de justicia intergeneracional. Muchos agricultores han heredado tierras empobrecidas, degradadas por años de prácticas extractivas. Hoy, con acompañamiento, herramientas y voluntad, están transformando esos suelos en espacios fértiles nuevamente. Esta transición —de la agricultura tradicional hacia una agricultura de conservación— no solo mejora los rendimientos, sino que también devuelve esperanza a comunidades que dependen del campo para vivir.

Proteger el suelo no debe ser una acción aislada, sino una práctica constante que responda a una conciencia ambiental, social y económica. “La restauración del paisaje agrícola empieza con el conocimiento y el empoderamiento del agricultor”, insiste Tito. Y deja una advertencia clara: si se abandonan las buenas prácticas, todo lo ganado puede perderse.

A lo largo de ocho años, RAÍCES ha demostrado que es posible construir una relación más armónica entre el suelo, el cultivo y el ser humano. Pero también nos recuerda que esta es una tarea que exige permanencia, compromiso colectivo y una visión clara del futuro.